violet moments




domingo, 30 de noviembre de 2014

Se acerca el invierno.

Poco a poco nos invade, lentamente, el invierno. Y el frío penetra en nuestros cuerpos y se inyecta bajo la piel. Y nos congela.

Dicen que el invierno está para compartirlo con una persona, para estar acurrucados bajo una manta, sentados en un sofá, mirando desafiantes al fuego. Cogidos de las manos, sembrando en los labios de nuestro oponente un profundo deseo, de quemarlo todo a nuestro paso.

Dicen que no hay nada más infinito que sentir los latidos de su corazón contra tu pecho, dicen que es efímero el silencio y eterno el frágil murmullo del tiempo, que se clava en nuestra cama como un manto que emana, lentamente, fuego.

Dicen demasiado para no saber nada. Yo no sé nada, pero digo lo que siento.

Y siento, o sentía que todo esto era mentira, que eran fantasías de niña. Y sin embargo, no es un juego.
  
Saber compartir con alguien un invierno entero, enamorarse, los besos, las cartas, el fuego, el incienso, canciones que juntos compondremos... Para hacer inmortal un pedazo nuestro que habrá quedado abandonado en el calendario, a partir de enero.

Y quiero esto, quiero a alguien que me ayude  a sentir esto. Y no me importa estar sola, no quiero estar con cualquiera. Pero si tal vez pudiera compartir dos meses junto  a alguien que me entienda y me haga descubrir que es eso de estar enamorado sin discordia, sé que tras mi muerte aún tendría; ese recuerdo, enterrado en mi memoria.